martes, 19 de julio de 2016

Se cumplieron 120 años de las primeras proyecciones de cine en la Argentina

El 18 de julio de 1896, y a iniciativa de un grupo de entusiastas empresarios de la ciudad de Buenos Aires, se proyectaron por primera vez los cortos de los hermanos Louise y Auguste Lumiére en el Teatro Odeón de la calle Esmeralda, casi Corrientes, para el asombro de cientos de espectadores que de esa forma descubrían aquella nueva magia.


Curiosa elección la de ese recién inaugurado espacio teatral bautizado Odeón (construido en el mismo bloque que el Royal Hotel, conjunto demolido en 1991, finalmente un emprendimiento edilicio en obra bautizado Torre Odeón), marca que desde 1903 identificaría a un sello discográfico alemán y, hace un año, a la plataforma del Instituto de Cine y Artes Audiovisuales dedicada al cine nacional.

Poco después de la primera proyección de cine en Francia, el 28 de diciembre de 1895, el 6 de julio de 1896 en un salón de la calle Florida 344 (más tarde un cine y hoy una galería comercial) se presentó el Vivomatógrafo, con un proyector inglés y obras del pionero inglés Wiliam Paul.

Sin embargo, se sigue considerando como primera función a la ocurrida en la vecina sala con forma de herradura del Odeón.

En este caso se trataba de los célebres cortos de los hermanos Lumière que se había estrenado el año anterior en París, Francia, puestos en esta función gracias al impulso del empresario teatral Francisco Pastor y el periodista español Eustaquio Pellicer, quien algunos años después fue uno de los fundadores de las revistas Caras y Caretas y Fray Mocho.

¿Quienes estuvieron en esa función? En principio el barón belga Henri Lepage, hijo de un destacado político de su país, quien llegó a Buenos Aires en 1890 con su esposa en busca de un mejor aire que el de su país para reponerse de una enfermedad respiratoria.

En ese año el barón instaló un local de artículos fotográficos en el recién inaugurado edificio de Bolívar 373, casi esquina Belgrano, a una cuadra del Colegio Nacional Central, hoy Buenos Aires.

También estuvieron Max (Mordecai David) Glücksmann, nacido en el imperio austro-húngaro en 1875, que se instaló en Buenos Aires en 1890 y se unió a Lepage en su comercio, convirtiéndose en los primeros en ingresar al país filmadoras y proyectores, con la colaboración del francés Eugenio Py.

Lepage, Glücksmann y Py caminaron las diez cuadras que separaban su local del teatro, y junto a Pastor y Pellicer comulgaron con el cine en la gran sala de la calle Esmeralda mostrando qué era aquello de las imágenes animadas: el suceso fue tan grande que los impulsó a contactarse nuevamente con los Lumière para la compra de sus aparatos.

Las conversaciones no prosperaron, ya que los Lumière solo pensaban en rentar sus equipos para registrar imágenes, por lo que deciden importar un Cronofotógrafo Elgé deGaumont-Demeny y un Cinematógrafo Phaté, de los hermanos Pathé, con los que nacería finalmente el cine argentino, el 25 de octubre de 1900, con el registro de la visita del Presidente de la República Federativa del Brasil Dr. Manuel Ferraz Campos Salles al presidente de la República Argentina Julio A. Roca, tal como lo consigna la placa que luce hoy el local en proceso de reciclado con la colaboración del Centro de Arqueología Urbana, del Pasaje Belgrano en Bolivar al 300, futura Casa Lepage Art Hotel.

Como siempre en este tipo de fechas, siempre hay polémica, y algunos historiadores aseguraron y lo siguen haciendo que algunos meses antes de aquel 18 de julio, y en Rosario, ya se habían hecho proyecciones similares de las que no hay pruebas contundentes.

Habrían de pasar todavía 13 años hasta la construcción de la primera sala ya destinada al cine como el Grand Splendid, en Santa Fe al 1800, a 50 metros de Callao, donde había funcionado el Nacional del Norte y también una fábrica de carruajes, zona en la que también atendía el Petit Cafe y en una esquina vecina la tradicional confitería El Aguila.

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